El comienzo de esta historia se remonta al año de 1971, cuando la hoy CDMX no se llamaba así, sino México Distrito Federal, y fue exactamente cuando la Sra. María Inés dio a luz a su segundo hijo. Como es bien sabido para algunos, cuando un segundo hijo llega a la vida de una familia, el primer hijo queda destronado, y vaya que la historia que voy a contar es un ejemplo claro de lo que acabo de mencionar.
A mediados del mes de agosto de 1971, Federico, Fede, nació, y desde ese momento fue como una maldición para mí. Acaparó todos los reflectores de atención existentes de la familia allegada tanto a doña María Inés como a don Valentín, padres de nuestro personaje principal y en quien esta historia se centra. En el momento glorioso durante la cesárea que se le practicaba a doña María Inés cuando Fede salió a ver la luz, ¡resultó que su sangre estaba envenenada! Y había un riesgo inminente de muerte inmediata. «¿Cómo que nació con la sangre envenenada?», esa fue la pregunta que flotó en el aire después de que se supo lo que había ocurrido durante la cesárea; doña María Inés tenía uno de los tipos de sangre más raros que existen: BRH negativo. Su sistema inmunitario trataba a las células sanguíneas de Fede como si fuesen una sustancia extraña, por lo que el propio cuerpo de doña María Inés creó anticuerpos contra dichas células sanguíneas; estos anticuerpos de nuevo se los pasó a Fede a través de su placenta, y destruyeron todos los glóbulos rojos que circulaban en ese momento a través del sistema circulatorio de Fede. Cuando los glóbulos rojos se descomponen o destruyen, producen bilirrubina, la cual, en un nivel alto, es muy peligrosa para un recién nacido, así que la propia sangre de doña María Inés lo estaba envenenando y llevando a perder la vida sin antes siquiera poderla conocer. En ese momento, los médicos tratantes decidieron transfundir a Fede, esperando que el niño reaccionara favorablemente. Y vaya que lo hizo; de lo contrario, esta historia no tendría razón de ser.
Fede se salvó, pero, como ya anteriormente fue mencionado, a partir de ese momento y por lo delicado que fue la situación de su nacimiento, Fede acaparó la atención de TODOS; los cercanos, los no tan cercanos y hasta los lejanos. ¿Y yo? Quedé olvidado y sin importancia para los demás.
Al paso de los días, Fede fue recuperando su estado de salud, hasta que fue dado de alta y llevado a casa. Conforme el tiempo pasaba, Fede comenzó a dar muestras de ser inquieto. Desde esa temprana edad, comenzó a manipular su alrededor haciéndolo con el menor esfuerzo requerido, y aprendió a sacar provecho de esa ventaja; además de que también fue agraciado con ciertas aptitudes físicas, que, hasta cierto punto, le permitían hacer menos a sus contemporáneos.
Coincidió que, de ambas familias, la de doña María Inés y la de don Valentín, Fede era el segundo hijo, nieto, sobrino, y no había nadie más en ese momento; no había primos, ni más sobrinos, esos llegaron después, pero no figuran en importancia en la esencia de lo que a continuación seguiré relatando.
Al ir creciendo, la inquietud de Fede también fue creciendo con él. Don Valentín siempre mencionaba que, al cargarlo, Fede se retorcía, se volteaba bruscamente e incluso hasta llegaba tirar alguno que otro cabezazo. Cuando se le llevaba de la mano en la calle, se soltaba de quién lo trajera en ese momento de la mano y se arrancaba corriendo sin importar dirección y sentido o el peligro que esa acción pudiese ocasionar.
Don Valentín trató de canalizar toda esa inquietud y energía llevándonos por horas a parques y juegos, donde acabáramos agotados de correr y jugar. Justo ahí en esos parques donde había tubulares, pasamanos y resbaladillas en las cuales subirse y bajarse fue donde Fede comenzó a mostrar sus habilidades físicas superiores. Él se subía a todo, se columpiaba perfectamente, balanceándose de un lado a otro sin caerse, no le daba miedo nada; por el contrario, hacía esto con un dejo de superioridad hacia los demás, incluso a quienes les costara más trabajo… ¿Tuvo que ver algo esa transfusión con su comportamiento? O tal vez ¿con sus aptitudes?